jueves, 28 de enero de 2016

La pasión por la lectura, 

¿NACE o SE HACE?



"No hay cosa que desanime más a la lectura que la obligación de leer". 
Destrás de ésta afirmación, no se apremia la necesidad de mejorar la comprensión lectora de un niño, ni el deseo de acelerar el proceso de aprendizaje de la lecto-escritura, ni la intención de fomentar la adquisición de más vocabulario o el objetivo de disminuir el número de faltas ortográficas. Todas estas cosas y muchas más se consiguen con la lectura, pero si convertimos la lectura en una pesada tarea no nos extrañemos luego de que se convierta para el niño en algo tedioso y aburrido.
La pasión lectora no se consigue por imposición, ni por competición (¡a ver quién acumula más puntos por leer libros y responder correctamente a un cuestionario!) y últimamente podría afirmarse que ni siquiera por imitación. Puede funcionar con niños que igualmente ya están bien predispuestos, pero puede tener efectos nefastos en otros.
Por supuesto, es importante que los niños vean leer a sus padres y a los adultos de su entorno en general, pero también a sus iguales. Es importante que haya libros en casa, y el libro sea tratado con el respeto y la estima que su contenido merece.  Es importante visitar bibliotecas, y tirarse en el suelo con los niños a hojear álbumes ilustrados. Es importante poner a su alcance cómics, libros de conocimientos de temática diversa, poesía, ficción y no ficción, libros con dibujos y sin dibujos.  Es importante leerles cuentos en voz alta, antes de dormir o en cualquier otro momento del día. Pero esto no es mágico; podemos haberlo hecho todo “bien” y que nos salga todo “mal”. “¡Horror, tenemos un hijo no lector! ¿En qué nos habremos equivocado?”. Y es posible que esta angustia nos impulse a dar nuestro primer mal paso: la obligación de leer.
Supongo que todo el mundo conoce ya a estas alturas el decálogo de los derechos de los lectores de Daniel Pennac. Por si acaso, lo tenéis aquí arriba…

“El derecho a no leer”. Es el primer y más básico derecho a respetar para conseguir grandes lectores.
A veces sucede que la mecánica de la lectura resulta tan pesada para el niño que es incapaz de entrar en el libro. Cualquier adulto que adore la lectura podrá explicar cómo vive dentro del libro, en otro mundo, mientras se sumerge en la lectura. ¡No está leyendo, está viviendo! ¿Acaso podemos comparar esa experiencia placentera con el descifrado penoso de unos símbolos puestos en una interminable línea?
Vayamos más adelante: la criatura ya ha dado su pequeño salto. Ya se está remojando los pies tímidamente en el mundo tras la letra. Pero a lo mejor no le entusiasma. No, todavía no ha encontrado su libro.
Si en uno de estos dos puntos – el descifrado meticuloso o la decepción tras el esfuerzo – intentamos presionar en exceso al niño para que se interne en un mundo que le parece intransitable o carente de interés, ¿qué reacción esperamos?
Pero un día el niño – o el adolescente, pues en ocasiones es necesario esperar más de una década – abre unas páginas y, de repente, ya no está allí. Ha entrado y se ha enamorado. Quizá haya sido con una novela romántica, o con un relato de fantasía o ciencia ficción, o un best-seller de medio pelo. A lo mejor no ha sido atrapado por las obras clásicas de la alta literatura que quisiéramos verle leer. Pero ha iniciado su camino y no sabemos hasta dónde le puede llevar. Ojalá ese niño o ese joven tenga a su alrededor adultos – o compañeros de su edad – que le respeten pero que también le puedan ofrecer un entorno rico y unas sugerencias de lectura acertadas.

 Daniel Pennac explicaba cómo enganchaba a sus alumnos en sus tiempos de profesor de literatura en institutos de zonas muy difíciles. Les leía en voz alta un texto de la literatura universal – preferiblemente que no estuviera en el programa de lecturas obligatorio francés – y lo hacía con una entonación y prosodia adecuadas. Cuando los alumnos estaban interesados en saber qué sucedía, cerraba el libro. “¡Profe!, ¿qué sucede después?”. Y el libro estaba disponible en la biblioteca…
Una sola condición para esta reconciliación con la lectura: no pedir nada a cambio. Absolutamente nada. No construir ninguna muralla de conocimientos preliminares alrededor del libro. No plantear la más mínima pregunta. No poner ni la más pequeña tarea. No añadir ni una sola palabra a las de las páginas leídas. Ningún juicio de valor, ninguna explicación del vocabulario, nada de análisis de texto ni de indicaciones bibliográficas…Prohibirse del todo “hablar sobre”.
Lectura-regalo.
Leer y esperar.
No se fuerza una curiosidad, se la despierta.
Leer, leer y darle confianza a los ojos que se abren, a las caras que se juntan, a la pregunta que va a nacer y que llevará a otra pregunta.”  (Daniel Pennac. Como una novela.)


Fuente:Elena Ferro

viernes, 15 de enero de 2016

Ansiedad ante los exámenes: algunos trucos para combatirla.
 

Nervios, taquicardias, sudores, bloqueo mental,.... es raro que cualquiera que estudie no  haya experimentado alguna vez éstos síntomas cuando ha de afrontar algún examen o cuando se concentran al final de la evaluación.
Un estudio reciente en el que participaron 30.000 estudiantes de 16 universidades, revela que más de la mitad de los estudiantes universitarios españoles presentan este problema.
La ansiedad es muy peligrosa, "Es la causante de que muchos alumnos suficientemente preparados suspendan los exámenes", pero podemos plantarle cara.
Los sufridores suelen mostrar el mismo cuadro: síntomas cognitivos (preocupación excesiva y pensamientos negativos), síntomas fisiológicos (ritmo cardíaco acelerado, sensación ahogo, sudoración en exceso, e incluso mareos, dolor de tripa, vómitos o diarrea), y síntomas motores (tartamudeo, temblores, o hiperactividad motora). Pero aunque "no todos los alumnos presentan en igual medida esos síntomas, sí que pueden beneficiarse de las estrategias que se explican",tal y como explica Lucía Olivera, psicóloga y directora del Gabinete de Orientación Educativa de la Universidad Francisco de Vitoria.
Vamos a ver algunos trucos:
 

1. Sentir ansiedad es normal. No la evites.

No nos volvamos locos, "es una respuesta natural y adaptativa del organismo ante situaciones de amenaza. Es inútil pretender no sentir cierta ansiedad ante los exámenes", explica la psicóloga. Hay que concienciarse de ello y así "comprobaremos cómo, una vez puestos manos a la obra, ese estado de alerta desciende poco a poco hasta casi desaparecer".
El verdadero problema aparece cuando se evitan las situaciones que producen la ansiedad, como no acudir a esa fecha importante o no estudiar porque estamos desquiciados.

2. Hábitos saludables

Es fundamental no alterar los hábitos de sueño y dormir entre 7 y 8 horas, comer bien (5 veces al día y sobre todo alimentos con glucosa, que aporten energía) y no inyectarse cafeína o tranquilizantes en vena. El ocio también es importante, muchas horas de estudio no es igual a mejores resultados, y muchas horas de estudio no es igual a estudio eficaz.
Para sentirnos bien y rendir al máximo hay que intercalar el trabajo con actividades lúdicas que permitan "oxigenarnos".

3. Planificación

Empezar demasiado tarde, muchos contenidos en muy poco tiempo, no poder dar un último repasillo... ¡Que no te pille el toro!. Aprenderse las cosas de carrerilla genera mucha inseguridad a la hora de recuperar la información durante el examen.
 

4. Técnicas básicas de relajación

Uno puede aprender a relajarse empleando técnicas sencillas. La respiración abdominal es una buena opción, pero como señala Olivera, "el requisito es que las practiquemos con constancia en casa hasta que las dominemos y podamos acudir a ellas siempre que lo necesitemos".

5. Controla tus pensamientos

No son los acontecimientos los que nos generan ansiedad, sino la interpretación que se hace de ellos. Los pensamientos negativos de "me voy a quedar en blanco", "nunca aprobaré esta asignatura", "esta carrera es demasiado difícil para mí", "no valgo para esto", o "todos están escribiendo más que yo", entre un sinfín, son los que hacen que se adelanten acontecimientos y te bloquees. No te pongas obstáculos, cambia todo eso por un "Yes, I can"

Acude al Departamento Psicológico del colegio, donde te podemos ayudar.



Fuente: Tatiana Márquez/El Mundo/15-1-16