Reyes Magos comedidos
Ante los excesos que solemos encontrar a
la hora de pedir los regalos a Papá Noel y a los Reyes Magos, aún en época de
crisis, parte por presión de la publicidad y arte porque en muchas ocasiones
desean participar abuelos y tíos y del entorno familiar, los expertos
recomiendan que los niños y los jóvenes no reciban una cantidad excesiva de
regalos en Navidad y señalan que los juguetes más adecuados son los que ayudan
a los niños a estimular su imaginación y desarrollar sus habilidades físicas,
psicológicas y sociales
Los más pequeños de la casa son,
probablemente, quienes más disfrutan de las fiestas de Navidad. Esperan con
gran ilusión despertarse la mañana del seis de enero y encontrar los regalos
que les habrán dejado sus majestades Melchor, Gaspar y Baltasar, los principales
encargados de repartirlos entre los niños españoles. Y muchos también se irán a
la cama nerviosos el 24 de diciembre gracias al creciente empuje de Papá Noel.
De este modo, podrán disfrutar de sus regalos durante casi dos semanas antes de volver al colegio.
Pero los expertos en psicología infantil
consideran que sus majestades los Reyes Magos de Oriente y Papá Noel suelen
cometer un error importante: dejar demasiados regalos. Como señala Cristina
Ramírez, profesora de Psicología Evolutiva de la Universidad de Barcelona, “hay
muchos niños que reciben más de diez regalos, una cifra excesiva. En parte se
debe a que vivimos en una sociedad muy consumista y, en parte, a que hay padres
que no tienen tiempo para estar con sus hijos y creen que si estos tienen
muchos regalos estarán más contentos”. Aunque, desde que empezó la crisis,
muchas familias han tenido que reducir el número de regalos, esta psicóloga
considera que se sigue regalando en exceso. Es verdad que los niños se
emocionan cuando ven el salón de casa repleto de regalos. Pero el exceso puede
ser perjudicial. “Algunos tienen tantas cosas, que prácticamente no disponen de
tiempo para enamorarse de ellas, jugar, descubrirlas. Consiguen todo o casi
todo lo que piden, por lo que no es de extrañar que haya tantos niños y
adolescentes con baja tolerancia a la frustración”.
¿Cuál sería el número de regalos correcto?
En opinión de Maite Garaigordobil, profesora de Psicología de la Universidad
del País Vasco, “tres es una buena cantidad. Aunque más que de ceñirse a una
cifra concreta se trata de aplicar el sentido común. Un niño que recibe diez o
más juguetes está sobreestimulado. A veces, sobre todo los niños pequeños,
abren y abren cajas el día de Reyes o de Navidad pero no juegan a nada”.
El hecho de que una familia decida
ajustarse a tres regalos no quiere decir que, en su carta a los Reyes, un niño
no pueda dejarse llevar por el entusiasmo. “Una buena opción es que pida diez
cosas, por ejemplo, pero que los padres le avisen de que los Reyes sólo le
traerán tres”, señala Cristina Ramírez. Es recomendable que los progenitores se
reserven la potestad de seleccionar los tres regalos que consideren más
adecuados. O, incluso, de encargar alguno que el niño no haya pedido. Como
explica Jaume Bantulà, director de los estudios de grado en Ciencias de la
Actividad Física y del Deporte de Blanquerna (Universitat Ramon Llull) y
miembro del Observatorio del Juego Infantil, “los niños suelen elegir los
juguetes que reciben. Pero es aconsejable que los padres elijan algún juguete
si consideran que le puede convenir, aunque no lo haya pedido. El componente
sorpresa es parte fundamental de la ilusión”. Y ¿qué hacer si los abuelos
paternos quieren encargar uno o varios regalos, pero también los abuelos
maternos, los tíos, algún primo que está de visita, los amigos de la familia…
y, claro, los padres? Lo más lógico es que entre todos pacten un número
razonable de regalos y cuáles serán.
Los regalos de Navidad pueden ser una
excelente oportunidad educativa para los niños. Si piden muchas cosas, pero no
las reciben todas, se les enseña algo fundamental: no pueden conseguir todo lo
que quieren. Pero este criterio pedagógico no tiene que hacer perder la
perspectiva de lo que es un buen regalo navideño para un niño: algo que le
guste, que le haga ilusión, con lo que sueñe la noche antes de la visita de
Papá Noel o los Reyes. Y, más que con jerseys o calcetines, los niños sueñan
con juguetes.
La publicidad televisiva o los catálogos
de juguetes alimentan el deseo de los niños desde semanas antes de las fiestas.
“Y muchos niños piden decenas de ellos. Pero el problema no es la publicidad o
los catálogos, sino cómo se posicionan los niños ante los anuncios –considera
Cristina Ramírez–. Es necesario explicarles que algunos juguetes son muy caros
o que no son adecuados para su edad”. O, sencillamente, que no pueden tenerlos
todos. Además, como señala esta psicóloga, a veces los niños piden juguetes que
ven por televisión, pero luego, cuando empiezan a jugar con ellos, se
desilusionan, ya que no son lo que esperaban. Así que es recomendable acudir a
una tienda para que puedan tocar y ver de cerca los juguetes que desean
encargar a los Reyes Magos o Papá Noel.
En realidad, cualquier objeto puede
convertirse en juguete siempre que el niño lo emplee para jugar. Un calcetín
enrollado puede convertirse en una pelota de fútbol y un paraguas puede ser una
espada láser. “Algunas personas creen que los mejores son los más caros, pero
su valor depende de la actividad que le permita realizar al niño –explica María
José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad
Complutense de Madrid–. Lo importante es que los juguetes contribuyan a vivir
experiencias variadas y fomenten la imaginación. Si un juguete lo hace todo, o
tiene tantas instrucciones que es confuso, se trata de un mal juguete. Un buen
juguete es el que hace volar la imaginación, le gusta al niño y le divierte”.
Para ello, es fundamental que sea seguro y
conveniente para la edad del niño. Y, de este modo, le ayudará en su desarrollo
motriz, afectivo, cognitivo o social. Los psicólogos distinguen tres etapas
evolutivas relacionadas con el juego. Hasta los dos años de edad, los juguetes
adecuados son los que favorecen el movimiento y la coordinación. “Como los
peluches, los sonajeros, las alfombras de actividades, las pelotas o las palas
y los cubos”, señala Jaume Bantulà.
Hasta esa edad, los niños juegan solos.
Pero, durante la segunda etapa, entre los dos y los seis años, cobra
importancia el juego simbólico. Juegan a que son otras personas, empiezan a
aprender qué son las reglas y descubren el placer de jugar en compañía. Así que
piden cocinitas, disfraces, construcciones, instrumentos musicales, muñecas,
títeres o juegos de mesa como el parchís. Y cobran especial relevancia los
juguetes que educan en valores. “Los juegos de mesa enseñan a compartir, hay
que seguir unas reglas, aceptar que puedes perder y que no debes enfadarte –apunta
María José Díaz-Aguado¬. Por eso no me parece un buen regalo una pistola o los
videojuegos en los que el placer está en matar. Es importante estar atento al
contenido de los videojuegos. Por suerte, cada vez hay más en los que el
objetivo es cooperar y salvar vidas. Enseñan el valor de ayudar a los demás”.
Ya en la tercera etapa del juego, a partir
de los seis años, son muy adecuados los juegos educativos, que permiten
entrenar la memoria o el cálculo. Por ejemplo, los juguetes científicos, los
juegos de magia o los juegos de preguntas y respuestas. Aunque los niños de
cualquier edad también disfrutan de juguetes más físicos, como los patinetes,
las bicicletas o las cuerdas de saltar. “Sin olvidar la importancia de los
colores y las pinturas. Y también de los libros y los cuentos, que yo creo que
deberían ser casi regalos obligados –considera Cristina Ramírez–. Fomentan el
placer de la lectura, y a los niños les encanta que sus padres les lean
cuentos”.
Un juguete que no se adecúe a la edad del
niño corre el riesgo de quedar olvidado fácilmente en el fondo de un armario. Y
también hay que tener en cuenta la personalidad del niño. Como comenta Maite
Garaigordobil, “para un niño tímido puede ser de gran ayuda un juguete que le
anime al contacto social, como los juegos de mesa. En cambio, a uno muy movido
le puede convenir un instrumento musical sencillo, como un piano de juguete,
que le ayude canalizar su energía de una forma controlada”.
¿Y qué hacer si un niño pide una muñeca o
una cocinita y una niña sueña con una pelota de fútbol y el uniforme de su
equipo preferido? “Pues se le regala. Es sexista basarse en estereotipos de
género para dar juguetes de niños a los niños y juguetes de niñas a las niñas”,
opina Maite Garaigordobil. Un niño puede ser muy feliz jugando con muñecas y,
de paso, aprende un valor tan importante como cuidar. Y una niña tiene derecho
a soñar que es Messi con un balón en los pies.
Y, en estos tiempos de crisis, una de las
principales preocupaciones de muchos padres es el precio de los juguetes. “El
gasto medio en juguetes por niño durante la Navidad del 2011 fue de unos 70
euros”, explica Jaume Bantulà. Comprar con antelación o ir de tienda en tienda
en busca de los mejores precios es una buena forma de ajustar el presupuesto.
Aun así, muchos padres no podrán adquirir los regalos que les piden sus hijos.
Pero hay alternativas, como el intercambio de juguetes con otras familias o las
organizaciones que los hacen llegar, nuevos o de segunda mano, a los niños con
más dificultades económicas. Para ello, es necesario que otras familias donen
algunos de sus juguetes. Además, de esta forma, “los niños que los donan
aprenden el valor del altruismo”, señala Cristina Ramírez.
¿Y si el niño pregunta cómo es que tiene
que dar un juguete suyo para otro niño, si los juguetes son cosa únicamente de
los Magos o Papá Noel? Un buen argumento podría ser que serán enviados a los
Reyes o Papá Noel para que estos los repartan a los niños más necesitados. “A
partir de los seis o siete años, los niños empiezan a aplicar el pensamiento
lógico –comenta María José Díaz-Aguado–. Y pueden hacer preguntas como esta o
también cómo puede ser que los Reyes repartan tantos regalos en una misma noche
y a tantos niños diferentes. Si el niño pregunta directamente a los padres, hay
que explicarle la verdad”. Pero si es muy pequeño y todavía no tiene dudas o
duda pero prefiere no enterarse del todo, “está muy bien fomentar la fantasía
de los Reyes y Papá Noel. Es bonito y transmite a los niños que los sueños se
pueden cumplir”.